En el apasionante duelo entre Chile y Brasil, no se puede pasar por alto la realidad que enfrentó la selección chilena.No es cierto que Chile jugo mal ni que carezca de talento; aunque los tiempos de la Generación Dorada son un recuerdo distante, en el campo de juego, son siempre 11 contra 11. Sin embargo, lo que se evidenció en la cancha fue un déficit en la visión táctica, Gareca que a pesar de su experiencia, no logra canalizar las fortalezas del equipo ni corregir sus debilidades.
El partido comenzó con una ventaja temprana de 1-0 para Chile al minuto 1, pero la falta de visión durante lo que corría de partido fue alarmante. A modo de Contexto ,ya al minuto 5, el volante brasileño Lucas Paquetá tenía tarjeta amarilla, y estaba en riesgo de ser expulsado. Era evidente que Chile debía presionar y explotar esta debilidad; el cambio para tener el balón estaba claro,—debía salir de Dávila para dar paso a Cabral, para que, para que que se llevara a Paquetá—pero eso lamentablemente no se materializó. El resultado fue que Paquetá continuó en el campo terminando el primer tiempo, y su técnico, viendo que su desempeño había sido tosco y comprometedor para su equipo al poder ser expulsado, y dejar al Scratch con 10 realizó el cambio, asegurando terminar con 11 un partido que tenía, hasta el minuto 44 del primer tiempo, muy cuesta arriba.
Gareca, al no ver esta oportunidad, demuestra una desconexión y desconocimiento preocupante con el juego y con el rendimiento de los futbolistas . Esta falta de visión recuerda la anécdota de la famosa «perspicacia» argentina con Branco y el agua bendita, un término que evoca la astucia táctica que parece haber quedado por parte de Gareca al otro lado de la cordillera. No basta con tener conocimiento como se evidencio en una entrevista; se requiere una comprensión profunda del juego.
El primer tiempo continuó con desaciertos: Diego Valdés pidió un penal tras una falta de Paquetá (minuto 44), mientras que Galdames se mostró ineficaz en un salto (se había lesionado al minuto 5, siguió jugando y Maripán no pudo marcar adecuadamente). Estos errores culminaron en el empate de Brasil justo antes del descanso, un gol que pudo haberse evitado si Gareca hubiera tenido la lucidez de ajustar su estrategia a tiempo.
Lo que se observó en el campo no fueron simplemente errores individuales, sino un reflejo de una incapacidad mayor: la falta de una dirección clara y efectiva. Chile no solo necesita talento; necesita un líder que entienda el juego en su complejidad y sepa sacar lo mejor de sus jugadores en momentos críticos. La oportunidad estuvo ahí, pero se perdió entre la descoordinación y la falta de visión táctica,lo que vio el tigre, no eran Cebras, sino Vacas.